¿Quién soy yo para el otro? Una pregunta desde la masculinidad

Siendo una pregunta que cualquier persona se puede hacer, es importante reflexionar como hombres acerca de esto porque por absurdo que parezca, no hemos aprendido a preguntárnoslo. Es un reto para los hombres generar (o retomar) masculinidades que lleven a vincularnos desde otros lugares diferentes al uso, crueldad, competencia, paternalismo, o productividad.  Tal vez después, o al tiempo que vayamos respondiendo esta pregunta también podamos responder ¿Dónde queremos llegar en nuestras relaciones con nuestros amigos, pareja, comunidad, etc.? Es importante aclarar que el género se entiende en este artículo como una identidad más entre otras identidades construidas tales como hijo, colombiano, profesional, etc. que se entrecruzan simultáneamente en la compleja realidad humana. La masculinidad se reconoce acá como una posición privilegiada dentro de un ordenamiento de las prácticas sociales, de poder y de dominio desde la heteronormatividad que en sí misma es importante continuar redefiniendo como sociedad. La invitación es a cuestionar la posición de privilegio, es decir, ir aprendiendo que no es normal ni natural. No todos los hombres participamos de los privilegios relacionados con el género de la misma manera pues hay diferentes factores que cambian de acuerdo a la edad, clase social, raza, territorio, historia de vida, etc. que alimentan variadas narrativas e inseguridades frente a ser hombres cuando se trata de ir más allá de los roles  definidos por el heteropatriacado. Este escrito es un intento para seguirnos pensando más allá.

Teniendo esto claro. Quiero invitar a la reflexión de quién soy yo para el otro en ámbitos usualmente heteronormativos como el consentimiento en una relación afectivo-sexual con una mujer (bien podría aplicar a relaciones con otros géneros).

En el primer ámbito se puede uno preguntar, Cuando tomo alguna iniciativa afectiva o sexual ¿Me aseguro de que la otra persona también está interesada?  El tema de fondo tiene que ver con el consentimiento, que para el caso de los hombres significa, la responsabilidad de asegurarse que la otra persona también quiere con uno. ¿Por qué es una responsabilidad? Porque en la cultura en la que estamos ser hombre implica el privilegio de operar desde el lugar más seguro, por ejemplo, sin miedo a que se nos mal interprete amabilidad con coqueteo. Si nosotros no estamos interesados en alguien es más bien fácil aclararlo. En cambio si una mujer le pasa, la respuesta de un hombre puede llegar a ser no sólo insistente, lo cuál es el colmo, sino agresiva, y fuera de todo, en muchas situaciones se culpa a la mujer. También es importante tener en cuenta que hay mitos que distorsionan la información, por ejemplo la creencia absurda de que cuando una mujer dice que no es que sí, o la idea de que la mujer debe hacerse desear para que la valoren, entre otras. La aceptación del NO como respuesta es de las primeras cosas que se deben trabajar, y se debe hacer énfasis en que hasta recibir una respuesta afirmativa, toda ambigüedad debería considerarse como un no. Como plantea Catalina Ruiz- Navarro[1] “Si decimos que no queremos, o nos echamos hacia atrás, o los dejamos en visto, o no contestamos a su llamada, esos mensajes deben ser interpretados como un no. Ante la duda, pregunten, si la respuesta les parece confusa, asúmanla como un no”. Una gran dificultad para aprender acerca del consentimiento es que no hay conciencia de los privilegios que se tienen, ni de la responsabilidad que estos conllevan, es más fácil darle esa responsabilidad por completo a la otra persona: “ella nunca dijo que no”, “quien la manda” y muchas otras formas de eludir un tema que resulta incómodo, porque muchas veces es incómodo asumir responsabilidades, pero también hace parte de crecer y de vivir en un mundo adulto.

Por otro lado, la dificultad para entender y aceptar cuando no hay consentimiento, también está relacionada con una manera de vincularnos en la que ponemos a la mujer en el lugar de objeto para ser usado, controlado y sometido, y en la que nos posicionamos en el lugar de ser personas que usan, controlan y dominan. ¿Queremos ser esto en la vida de las personas? Probablemente no, sin que esto signifique que uno sepa entonces qué sí quiere ser. Para llegar allá uno puede empezar por preguntarse  ¿Queremos que alguien quiera con uno? ¿Nos interesa una vinculación en la que la otra persona también quiere con uno, que también me quiere, me desea, le interesa conocerme y compartir cosas conmigo? Me temo que en este sentido hay mucho temor por parte de los hombres de que no hayan personas que efectivamente quieran con uno.  ¿Creemos (los hombres ) que otra persona estaría interesada en nosotros? ¿Cuáles creemos que son las razones por las que las personas que se interesan en nosotros se acercan? ¿Creo que me pueden querer por el tipo de persona que soy o me tienen que querer porque “vendí” muy bien mi imagen, por el dinero que tengo, porque soy el “más” en algún tema, porqué invité un par de tragos, o porque yo quiero? ¿Qué significa ser el tipo de persona que soy? Creo que es un gran reto aprender a vernos a nosotros mismos (y a los otros) como sujetos afectivos, como seres que necesitan, merecen y comparten afecto. Crear estas nuevas formas de vincularnos requiere enfrentar fragilidades y pendientes emocionales que se han intentado esconder como conocernos a nosotros mismos, aprender a cuidarnos y a pedir ayuda, la percepción de no ser suficiente, no poder, la fragilidad que se puede sentir al escuchar al otro, temor al rechazo, a decepcionar a otras personas, la dificultad para confiar en otros hombres ¿Qué otras formas tienen estas fragilidades? ¿Qué fragilidades has tenido que esconder como hombre? ¿Qué tanto subestimamos el dolor que sentimos los hombres?

En los casos de abuso como cuando se busca emborrachar, o presionar a través de una nota o un problema laboral, o simplemente cuando se está en un lugar privilegiado como una posición de poder o de ventaja, la pregunta sería ¿Siento que la otra persona no se acostaría conmigo si no la fuerzo? ¿Siento que soy tan terrible que pienso que esta persona no se acostaría conmigo si no me conociera teniendo este rol (jefe, profesor…)? A parte de la reflexión en torno a la violencia que se ejerce, estás preguntas por la estima personal son necesarias, porque nos falta trabajar en nuestro valor como personas más allá del poder, el dinero, o el control del otro. Frente al tema de la violencia, es importante reconocer que opera basado en el privilegio masculino y en este sentido nos toca a los hombres por lo menos empezar por preguntarnos si queremos ser alguien a quien deberían temer las personas que queremos. ¿Deberían temer nuestras amigas, compañeras de trabajo, o mujeres que dependen de alguna manera de nosotros, que nos aprovechemos de una situación de vulnerabilidad? ¿Deberían temer contarnos algo que nos ofenda? ¿Deberían temer hablar de lo que sienten por nosotros?   Lo mismo aplica para las relaciones en las que los hombres buscamos ubicarnos como proveedores o paternalistas, en el que nos ubicamos desde allí y en el que queremos, creemos, sentimos y decidimos que nos quieran a través de ese rol. No sólo implica reconocer que a través de este rol se ejerce poder, sino que además alimentamos una narrativa en la que no creemos que seremos valorados fuera de esa postura.  Valorarnos implica atender nuestras necesidades emocionales ¿Cuáles son? Toca entender las de uno mismo primero.

En últimas, tenemos por delante el reto de reconocer y cuestionar los privilegios (es decir, reconocer que no es normal!), asumir responsabilidades frente a lo que implica relacionarnos desde algún rol, y preguntarnos por nuestros vínculos con el mundo, con el otro, con nosotros mismos. Las respuestas al reto tendrán que ser construidas por todos como sociedad, pero el llamado principal es a uno mismo. ¿Quién soy yo para el otro? ¿Qué tipo de hombre quiero ser? ¿Qué significa para mí ser hombre y querer a otras personas? ¿Tú cómo te respondes esta pregunta? ¿Cómo se la planteas a los hombres que conoces?

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[1] https://www.vice.com/es/article/pgpzwm/consejos-prcticos-para-ser-un-hombre-aliado-del-feminismo.